Un día después de agradecimiento mutuo

Consumada la derrota y la asimilación de la oportunidad perdida, llegó el momento de las reivindicaciones. Desde lo futbolístico para un equipo que dio que hablar al país futbolero, desde las tribunas desmitificando el marketing de la 12 y desde la dirigencia, que, a pesar de muchos errores, debemos reconocer que no hay buen camino sin las partes en sintonía

Para llegar a dónde llegó Tigre, se tienen que dar muchos factores, todos importantes.

Desde el fútbol en sí, encontrar un cuerpo técnico capaz, trabajador y con llegada a sus dirigidos. Quizás a veces, se excede en el estudio táctico y tarda en los cambios y le cuesta reconocerlo, pero que encontró los que pocos pueden; una identidad reconocible y resultados acordes a las expectativas colectivas.

Jugadores capaces y receptivos en lo que el DT dispone, trabajadores para la implementación y con la mente puesta en lo colectivo, antes que lo individual, generando un clima grupal acorde a los grandes planteles.

Desde la tribuna, que más podemos agregar. Nos reconocemos desde las malas y nos reconocen desde la exposición mediática de las grandes jornadas. Para muestras, vale recordar lo que se vivió ayer y en las otras finales. En el triunfo, la derrota y en los 90 minutos no paró de ser el protagonista de la fiesta del pueblo.

Desde la dirigencia y a pesar de los errores conceptuales de percibirse como un club que prioriza el fútbol profesional (como la mayoría de los hinchas), le ha dado en tal sentido, desde una conducción claramente personalista, un orden económico que fue base de los años más gloriosos de un club centenario. De a poco, se va abriendo a otras disciplinas y la actividad social, aunque sigue siendo el punto gris de la conducción al igual que la comunicación con los socios, interesados en ese punto, que, a decir verdad, son unos pocos.

Alguna vez Ricardo Caruso Lombardi dijo que venía a despertar al gigante dormido. Hoy ese gigante esta de pie y pisa fuerte en el fútbol

Un abrazo Matador a todo el Pueblo Tigrense – Sergio Daniel Pavón