Néstor Gorosito, sin filtro: “En la Argentina hay mucha mentira, por eso estamos como estamos”

Néstor Gorosito, sin filtro: “En la Argentina hay mucha mentira, por eso estamos como estamos”

El sol desmiente la teoría de que ya es otoño. Victoria es la estación que se bifurca entre urgencias y esperanzas. Néstor “Pipo” Gorosito , un hombre de la casa, lo hizo posible. Tigre vuela, mientras sigue con la soga al cuello. Sentado en el banco de suplentes, con el estadio vacío, abre su corazón. Habla de todo: el fútbol, su infancia, el accidente, la vida. “Jugar a la pelota”, repite, como si se tratara de un desafío al sistema.

Fuente: La Nación – “Tigre es mi barrio. Yo conozco el que tiene el astillero más grande, la fábrica más importante de aberturas, de náutica, hasta al tipo que vende compacts truchos en Virreyes y Pacheco, porque jugué a la pelota en todas las villas, me conoce todo el mundo. Cuando me propusieron ser el técnico, ni lo pensé. Vine a defender el barrio de mi vida. El 99 por ciento era para perder, no había nada para ganar, asumí el riesgo por los jugadores que tenemos. Si fuese por estos 5 (6) partidos, estaríamos primeros”, arranca. Y ataca, como en la cancha, siempre con el balón debajo de la suela.

-Vos no sos el clásico motivador, lo tuyo va por otro lado. ¿Qué les dijiste a los jugadores?

-Yo digo la verdad, que es virtud y defecto, porque me genera muchas enemistades. Tampoco soy un kamikaze, que me peleo con todo el mundo, pero no miento. Me genera distancias con alguno, pero siempre doy argumentos. Un entrenador tiene que tocar todo: la parte emocional, la parte deportiva, que es la más importante. Porque vos tenés que darles argumentos a los jugadores para defenderse dentro de la cancha. El técnico tiene que generar confianza. Si yo les digo: ‘súbanse a la tribuna y dejen el arco libre’ y lo hacen, es porque te creen. Eso es lo mejor. La confianza es conocimiento, lo motivacional no tiene mayor sustento.

-Decís que les hablás con la verdad. Entonces, en esa primera charla no había lugar para la esperanza.

-Les dije eso: ‘tengo todo para perder, nada para ganar’. Pero sé que son buenos jugadores, algunos debutaron conmigo en primera. Yo veía, desde afuera, que había un desorden, por eso sufrieron tantos goles, y que al fútbol se juega con dos arcos. Uno para atacar, uno para defender. Para ganar hay que marcar mucho; para asumir los riesgos de atacar. Hay que aprender a marcar en ataque.

-La gente se siente identificada con el equipo. ¿Se puede mantener ese sentimiento si Tigre desciende?

-Creo que sí. Con Unión merecimos ganar, casi lo terminamos perdiendo y la gente nos ovacionó. Los tipos se juegan la vida. Mientras haya una entrega absoluta, los hinchas no van a reclamar nada. Tenemos buenos jugadores. ¿Cuántos equipos tienen el medio campo que tenemos nosotros? Es espectacular: Prediger, Menossi, Janson, Montillo. Y buenos suplentes: todos técnicos. Nunca vamos a renunciar a atacar.

-¿Recuperaste la alegría como DT de Tigre?

-Llevaba ocho meses sin dirigir. Disfruto el día a día cuando trabajo, no me guardo nada. Entrego todo. Todos los entrenadores hacemos lo mismo: miramos videos, tenemos analistas, trabajamos pelota parada y tenemos movimientos de distracción y cobertura. Algunos lo venden más y lo suben a las redes sociales y le muestran a todo el mundo lo que hacen. Otros preferimos no hacerlo.

-No trabajas con drones.

-No necesito tener 20 ayudantes que me digan ‘fijate que al 4 le ganaron la espalda’ y escribirlo en un cuaderno. El que jugó a la pelota sabe que le ganaron la espalda, que cierra más o menos. Son modas.

-¿Cómo es tu día a día?

-Yo analizo todo. Analizar el último partido te lleva cuatro o cinco horas. Todas las correcciones. Yo lo podría hacer en el club. Podría llegar a las 8 de la mañana y me voy a las 8 de la noche y los dirigentes estarían chochos. Ahora, si lo puedo hacer en mi casa, ¿para qué lo voy a hacer en el club? Yo sé que trabajo, ¿qué tengo que demostrar? Hay un grupo nuevo de técnicos que quiere demostrar que trabaja 20 horas por día, allá ellos. Yo considero que la vida es la familia, los amigos, un montón de cosas, no es sólo fútbol. Si vos me preguntas si me gustaría ser el técnico más exitoso del mundo, te digo que sí. Ahora, si eso lleva a no comer nunca con mis amigos, a tener a mis hijos lejos, no. No cambiaría ser el DT más exitoso del mundo, si dejás de comer un asado con amigos o estar con mis hijos. Ni loco. Ahora, te aclaro: vengo y trabajo como todos.

-¿Hay mucha mentira en el fútbol?

-En la Argentina hay mucha mentira, por eso estamos como estamos. Tenemos un país rico y vivimos muy mal. Por ejemplo, se dice ‘el fútbol es para vivos, no para tontos’. Es la viveza criolla nuestra, así estamos. No importa los gobiernos, somos ricos y vivimos en la pobreza absoluta. Con delincuencia, sin educación, con desconfianza. Los argentinos nos tenemos que replantear cuánto daño nos hizo la viveza criolla.

-¿Y por qué te quedas? Vos podrías vivir tranquilo en el exterior.

-Tengo a mis amigos, a mis hijos acá. Es difícil. En España la pasé extraordinario: vivía frente al Mediterráneo, todo el día con la pelota y la paleta en la playa, después del laburo. Y. extraño mi barrio.

Echaría de menos a sus seis hijos, de dos matrimonios. Agostina (30 años), Stefanía (28), Ornella (26) y Tobías (24). A Lara (13) y Bruno (12), sobre todo. Y no sólo eso: Pipo, a los 54, tiene dos nietos: Tiziano, de 6 años y Blanca, de 6 meses. “Soy abuelo. No me cae la ficha, no por hacerme el pendejo, pero al tener chicos chicos, estoy otra vez con la crianza de los míos. El tiempo vuela”, confirma. Y viaja en el tiempo: a su infancia en Carupá.

“Éramos una familia, muy, muy humilde, pero mi papá siempre trabajó mucho. Fue cartero y mozo, para que la guita alcanzara. Mi mamá trabajaba en casas de familia, limpiando. Tengo una hermana, que tiene 9 años más que yo, que desde los 15 años tuvo que salir a trabajar. Vivíamos al lado de la casa de mis abuelos, pero nuestra casa era una sola habitación. Dormía en la cama con mi abuela. ¿Te digo algo? Viviría lo mismo que viví cuando era chico, fue una infancia maravillosa, no envidiaba nada, porque todo mi entorno era humilde”, recuerda.

No le faltó nada, ni le sobró. Le iba bien en la escuela, prestaba atención, aunque no estudiaba mucho. Cuando empezó a jugar a la pelota, tenía una colaboración externa: Lucila, María Julia y Claudia, unas compañeras que vivían a la vuelta de la escuela, lo ayudaban con la tarea. A los 16 ya era futbolista. Un 10 de los de antes. El que sigue con su clase en el mundo Senior, en San Lorenzo, su otra pasión. “Sigo jugando a la pelota, no me enojo cuando me pegan una patada, después la devuelvo y chau, no pasa nada. No soy cascarrabias, quiero ganar, como todo el mundo. Algún gol de tiro libre hago. El Senior es una cosa seria. Mirá: tengo 54 y hace poco fuimos a Belo Horizonte, en donde jugamos 5 partidos de 80 minutos cada uno, en cinco días, con mucho calor, y jugué los cinco partidos. No me hago el jugador, ya pasó mi momento. Pero me encanta”, asegura Gorosito, con el espíritu del antiguo potrero.

El accidente y los peores días: “No era el momento de morirme”

“No era el momento de morirme. Tuve tres o cuatro días en terapia intensiva, muy mal, no me funcionaba nada. No sería el momento, qué se yo. El diablo me dijo ‘andate para abajo, quédate allá'”. La sonrisa es inequívoca: lo evoca, también, con emoción. Gorosito casi viaja hacia otro planeta. El 25 de febrero de 2012, volcó su camioneta, en un accidente que rozó la tragedia. Era DT de Argentinos. “Perdí el control del auto. Patinó y me fui contra el guardarrail; di seis vueltas y tuve fortuna. Volví a nacer”, describe.

Múltiples y maliciosas versiones corrieron demasiado de prisa. Pipo se defendía desde la terapia intensiva de la clínica Olivos. “Estuve mal, mal. El doctor (José) Artese le dijo a Cacho (Borelli) que no sabía si pasaba la noche. Era bravísimo. Y justo me empezaron a funcionar los riñones, de golpe. le debo la vida. El doctor me salvó la vida, durmió al lado mío todas las noches”.

– ¿Recordas algo de lo que pasó minutos antes del accidente?

-Choco, el auto da vueltas y me salvo porque no tenía puesto el cinturón. A 100 metros del peaje, no estaba dormido, nada. Justo había una ambulancia atrás, en eso también tuve suerte. Y me salvaron en la clínica Olivos.

-¿Y después?

-Estuve 75 días en cama. Con mucho dolor en la cintura, mi miedo era no poder volver a jugar a la pelota. Se me quebraron dos vértebras, nada más.

Sólo cuando la angustia lo comprime, va a la iglesia solo. Entra, reza, pide por la salud de sus amigos y su familia. Y sale, con la adrenalina de siempre para hablar de fútbol.

“Nunca pensé ver a alguien como Messi después de Maradona. Es la perfección”, se entusiasma. Admira a Ginóbili, en tiempos de homenajes, pero sus ojos brillaban con otro número 10 futbolero. “Pensar que el Beto Alonso me enloquecía, si hubiera tenido un ‘arranquecito’ un poco más rápido, habría sido mundial. Le pegaba con las dos piernas, cabeceaba mejor que cualquiera, elegancia, tiro libre, magia.”, mira con los ojos de aquel hincha.

-Messi volvió a hablar, después de las críticas.

-. Hay un negocio de las críticas. Hay programas que están a los gritos, se guiñan los ojos y cambian la cámara y se están riendo. Hay un comercio de eso. Entonces, no hay credibilidad. Ahora, tal vez, la (buena) crítica nos hace tan competitivos. De los cuatro mejores futbolistas de la historia, tres son argentinos: Di Stéfano, Maradona, Messi y Pelé. Tenemos el mejor rugby de América, en el básquet estamos entre los cuatro mejores de América, hay jugadores de tenis muy buenos, en el hockey también somos los mejores. Sin infraestructura, sin educación, sin inversiones.

Por: Ariel Ruya



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Redacción TigreVisión

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